Por: Ana Martha Panadés Rodríguez
Cuando Zaida Ramos Carrazana deshiló sus primeros lienzos junto a la abuela, no imaginó que de la maestría de sus manos nacerían tantísimos reconocimientos, el sustento para la familia y hasta el destino de Trinidad, que se regocija ante su más reciente título, el de Ciudad Creativa en Artesanía y Artes Populares otorgado por la UNESCO.
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Al hacer público el nombramiento, el organismo internacional resaltó el avance en los ámbitos de la artesanía y las artes populares en esta localidad al sur de la provincia espirituana, con un capital humano muy creador, fortalecido por instituciones educativas y la vitalidad de sus tradiciones, elementos que potencian además el desarrollo turístico.
Sobre esta plataforma cultural se sustenta el concepto de “ciudad creativa”, el cual supone además la aplicación de renovados conceptos del diseño contemporáneo al imperecedero potencial artesanal de la tercera villa cubana.
Porque es en las calles donde se vive esa pasión; centenares de mujeres y no pocos hombres –que no creen en divisiones de género– practican amorosamente estas variadas técnicas donde la recurrencia de puntadas, entrelazos y calados muestran el fuerte sustrato cultural, por antiguo y bien amalgamado, de estas manualidades.
Agrupadas bajo la denominación de “la aguja” abundan en galerías, exposiciones y otros espacios comerciales, los tejidos a crochet, frivolité, fils tirée, el encaje de bolillos, encaje Tenerife, calados o deshilados; los bordados, matizados, a sombra, a relieve y con incrustaciones; también los artesanos del barro, las trenzadoras de cestos… Todo un culto a la imaginación y creatividad que se nos entrega en sobrecamas, manteles, mantillas, tapetes, cojines, pañuelos, ropas de cama, de vestir, canastillas y muchos otros objetos decorativos y utilitarios.
Y de las castizas “catalana”, “regañona”, “ombligo de la reina”, “lagartero”, y otras que confirman la procedencia hispana, hoy son otras las denominaciones: “la americana”, “trinitaria”, –que identifica “nuestra procedencia”, dicen con orgullo las laboriosas artesanas– “cascarita de piña”, “farolito”, “cangrejito”, en clara alusión a este otro contexto cultural.
El arte de tejer y enseñar
La designación, expone Duznel Zerquera Amador, director de la Oficina del Conservador de la ciudad de Trinidad y su Valle de los ingenios y uno de los expertos que participó en la conformación del expediente, reconoce ante todo los valores culturales de la ciudad, la permanencia de una tradición, que con sus finas creaciones trasciende la prueba del tiempo. “A la vez, estimula el compromiso y responsabilidad de los ciudadanos de mantener y proteger estas prácticas”.
Con tal propósito nació el proyecto Siempre a Mano que mucho satisface a María de la Caridad (Mery) Viciedo. Ella desempolvó tapetes y manteles conservados en instituciones culturales de la villa y confeccionados en los siglos 19 y principios del 20; más tarde accedió a documentos de la Universidad Popular de Tenerife, en España, y comprobó lo que ya le inquietaba: “se habían perdido técnicas, formas de trabajar sobre todo el deshilado, la manera de rematar los hilos cortados y extender la manualidad hasta el mismo borde de la pieza”.
Afortunadamente hoy se retoman trabajos de tanta exquisitez gracias a esta idea enfocada en la formación y perfeccionamiento en las técnicas de la aguja, pero con un enfoque doméstico que da participación a las amas de casa y donde es reconocible también el encadenamiento productivo desde la labor de confección, los acabados finales de la pieza hasta su comercialización.
“Ha sido una satisfacción tremenda, la ciudad me enseñó lo bello que tiene, me he apropiado de ese legado, aprovecho ese potencial creador, que aquí en Trinidad es casi genético y hoy le retribuyo con esta idea a la que se han acercado más de 200 personas y con sus saberes mejoran la economía familiar”, confiesa Mery, quien además trabaja con niñas de la escuela especial Jesús Betancourt y la escuela primaria José Mendoza García, esta última asociada a la UNESCO.
En los últimos años el creciente mercado turístico en la urbe sureña y el Valle de los Ingenios se ha convertido en un fuerte estímulo para el desarrollo de la productividad y creatividad de los artesanos locales, quienes han encontrado en esa ocupación una fuente de ingresos y de mejoramiento de sus condiciones de vida.
Profesora de Español y Literatura, Ilenia Manzano aprovechó su licencia de maternidad para perfeccionar un oficio que compara con el magisterio por la dedicación que exigen; totalmente convencida de la autenticidad de las artes manuales en la ciudad, agradece ser parte de Urdimbre, otro de los proyectos que visibiliza y prestigia el talento de los artesanos-artistas.
“Somos 14 mujeres y un hombre que solidarizan sus prácticas porque las comparten, la soledad desde el punto de vista profesional o artesanal no es buena, el grupo te da la posibilidad de intercambiar ideas, es una cofradía, un espacio esencial que me ha permitido perfeccionar mi trabajo”.
Casi como un desafío, Adrián Carmona asegura que a los hombres los distingue la sensibilidad en estas labores; lo cierto es que no son pocos los que, aguja en mano, cautivan por sus creaciones en el lienzo en otro rasgo muy peculiar que se vive en una ciudad creativa como la nuestra: “prefiero el deshilado, es la técnica con la que me siento más cómodo; me inspiro en Trinidad, en toda su arquitectura, sus tejados, sus balaustres. El mercado es muy complejo si quieres imponer calidad y que sea remunerada tu obra, pero en mi caso trato de que el sello artístico predomine”.
La tradición perdura
La vitalidad de estas tradiciones, el apego a lo más genuino, propician las mejores prácticas artesanales y contribuyen al desarrollo económico de la localidad. El informe valorado por la Oficina Regional de la UNESCO da cuenta de un aporte al sector público de 10 473 839 CUP y un beneficio para las empresas culturales en moneda total de 543953.97. Aquí se incluyen diferentes instituciones como la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA), con una membresía de 181 artesanos y el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), con 131.
Dentro de la ciudad, familias como la Santander constituyen un referente de la producción alfarera por 125 años; la familia de Francisco de Zayas (Pancho) se destaca con su taller de diseño y confección de mobiliario; la familia Cadalzo por sus trabajos en madera principalmente calados y taraceados y la familia Pérez Godoy basa su economía en el teñido y trabajo con las fibras naturales.
Las comunidades rurales también sustentan su economía con las más diversas manualidades. Manaca-Iznaga y Condado son reconocidos por las labores de la lencería. Méyer trabaja las semillas y la naturaleza muerta; Topes de Collantes, la naturaleza muerta; La Pastora, la herrería y San Pedro, los tejidos de la fibra.
Para Duznel Zerquera Amador, el desarrollo de las artesanías en la Ciudad Museo del Caribe responde a propósitos postulados en la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en tanto “promueve el crecimiento económico sostenido e inclusivo, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos. Se propicia la igualdad de género a partir de que mujeres y hombres dedican su tiempo por igual a las labores artesanales y potencia la participación de los jóvenes en estas labores.”
Perdura así el exquisito arte de entretejer los hilos en el lienzo que transmite vida a través del deshilado, el bordado y los puntos rescatados de antiguos cofres y puestos en las manos de las más noveles generaciones de artesanos gracias a la vocación de maestras de la aguja como Magalis Ramírez, Obdulia González (Yuya) y Olga Kobanova, trinitaria hasta la médula pese a su acento extranjero, quienes, además de transmitir sus saberes, le corresponden a la ciudad y sus tradiciones.
Por esa razón Yuya es profesora de bordado: “me gusta bordar, yo soy muy alegre y el color va conmigo, es como si estuviera pintando, combino colores y me ayuda a recrearme”, y no duda en revelar que comenzó por una cuestión económica, pero en estos momentos no puede dejar de crear nuevas piezas y siempre hacerlo mejor. Olga, también expone sus razones: “a mis nietas de tres años les digo, ustedes pueden estudiar, ser profesionales, pero ante todo deben ser artesanas porque nacieron en Trinidad; ya toman la aguja, el aro y hacen pequeños trabajos.”
Entre hilos, alas y pinceles, esa otra magnífica idea de Yudit Vidal Faife constituye un premio a las artesanas que lo integran; se trata de un proyecto más que estético, de hondo sentido cultural y social, el cual sublima a través de la creación artística un suceso del que la ciudad deviene escenario principal, el renacer de una tradición ancestral, convertida en sustento económico. “agradezco a mis espíritus la inspiración para dignificar esta práctica, que ha dejado de ser meramente utilitaria para convertirse en obra de arte en sí misma”, manifiesta la reconocida artista.
Tanto legado sobrevive a la modernidad en la Tercera Villa cubana; mas no solo somos testigos de una conservación en términos arquitectónicos, con los cuales esta urbe conquistó la condición de la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Otros antiguos valores relacionados con la artesanía y las manualidades trascienden con sus finas creaciones la prueba del tiempo y tejen el futuro de Trinidad.